viernes, 15 de junio de 2012

LA POLÍTICA COMO PRODUCTO DE CONSUMO.


Seamos francos. Ya sé que no soy un analista político, pero eso no obsta que hable de política desde un punto de vista, más de comunicólogo que de ciudadano, aunque lo segundo me otorga un derecho implícito.

Hace más de un lustro que en una tienda especializada en ópticos recibí muchos cursos y seminarios de ventas y actualización y algo se me quedó bien grabado: la clientela compra en base a emociones, y ellas son el ingrediente perfecto para  que el oferente le venda más de lo que se pensaba comprar. Y mi pequeño círculo de lectores se preguntarán ¿qué tiene que ver con la política? pues más de lo que se puedan imaginar, especialmente en estos tiempos electorales. 

La propaganda y la publicidad han ido diluyendo esa delgada línea roja que las mantenía a raya, si bien se utiliza una a manera de género periodístico de inserción pagada para ofrecer una idea, posteriormente un medio de comunicación, una agencia publicitaria o un consorcio editorial -o la combinación de las tres- le  venden a una figura pública un atributo que en la realidad no posee. Aquí la publicidad establece las reglas del juego. Para el advertising un detergente y un individuo son lo mismo: artículos de consumo.

En teoría, no se puede analizar como mercado una campaña política por dos razones sencillas: no se ofrece algún producto o servicio ni genera rentabilidad (léase ganar dinero), pero en la práctica, a la hora de ofrecer un paquete, qué importa que una agrupación de esa índole las obtenga. Las agencias publicitarias, empresas de mercadeo, branding y encuestadoras encontraron un target fácil de envolver con terminologías que dudo entiendan. Dígalo si no, cuando se escucha la sentencia falaz de que un candidato ganó las encuestas.

Quizá se empleen tiempos oficiales a manera de pauta de tantos spots por bloque y en cadena nacional, pero qué me dicen de los costos de producción de cada versión en los anuncios de los cuatro contendientes a la Presidencia de la República Mexicana. Se mueve mucho dinero, que muchas veces es desperdiciado para hablar mal del contrario. 

Este exceso de información atiborra el consciente, contamina el subconsciente y a muchos les va a llevar a la inacción, la cual se traducirá en la abstención a emitir voto. Por otro lado, los que hayamos decidido cumplir con nuestro deber cívico, quizá tenamos muchas cosas en la cabeza y habrá quien esté contento, otro enojado, otro con frustraciones, etcétera; luego entonces: las emociones habrán influido en el sufragio. Como cuando estás alegre y les invitas un refresco a tus amigos,o como cuando alguien se deprime y se pone a comprar de manera compulsiva.

La manera de hacer política se ha vulgarizado, el candidato se ha vuelto una vil mercancía y a veces de segunda mano; ¿hasta dónde serán capaces por obtener siquiera una migaja de simpatía por parte de nosotros?

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