Como comunicólogo tengo como consigna no hacerme fanático de ningún medio. Claro que disfruto de ver la tele, tengo mis programas favoritos y si me perdí un episodio nada pasa, pero procuro no recibir tanta información de ella y por no usarla, el cerebro lo alamcena como archivo inútil.
A veces veo comentarios de que la tele idiotiza, lugar común con el que no estoy totalmente de acuerdo, si bien hay personas predispuestas de alienarse ante la pantalla hasta el punto de no saber lo que está viendo. Pero en este mundo moderno no es el único aprarato con el que uno se puede abstraer del mundo real; también están el internet, los celulares, los videojuegos, etcétera. Podremos culpar a éstos como los causantes de la pereza y el sedentarismo. Pero resulta que no poseen autonomía. Es más ¿Quienes son los culpables de mantener a raya a un niño frente a un monitor? otra pregunta más ¿Qué acaso no hay otras cosas interesantes qué hacer?
Así como Guillermo Marconi aunque inventó la telegrafía sin hilos, fue David Sarnoff quien concibió la radiodifusión como la conocemos ahora; John Logie Baird después que comprobó que se podían transmitir imágenes a través del disco de Nipkow y jamás le pasó por la cabeza, o quizá sí, la clase de programación que a la postré se exhibiría en los receptores.
Todos hablamos de la Televisión como medio de comunicación que fue primero de élite y mucho después de masas, pero recordemos que técnicamente es más complejo de lo que se ve: Si no hubieran emisoras, pues la pantalla no recibirá frecuencia alguna. Justo lo que maravilló a los primeros televidentes fue que vieran imágenes justo en el momento que presenciaban por ejemplo, un partido de futbol en tiempo real. Ahora dicen que tendrán un control remoto y ni quien arquee las cejas.
Estoy de acuerdo que hay programas deplorables y me molesta la falta de congruencia de pregonar valores y mostrar bajezas e hipocresías, como el hecho de no ver gente fumando en un anuncio de cigarros y en cambio en una nota sobre la despenalización de la mariguana se muestra como se prepara el papel para la yerbita, pero recuerden que hay un público que lo consume y merecen nuestro respeto. Si queremos que consideren nuestros gustos tenemos que empezar por no ofender a alguien que le agrade ver como exhiben algunos sus problemas ante las cámaras.
Moraleja: La Televisión no tiene cerebro, nosotros sí. Antes de apagar la tele y abrir un libro, activa tus neuronas.