El puerto colindante con el río Pánuco y la Laguna del Chairel, llamado alguna vez Santa Anna de Tampico y ahora Republicano Ayuntamiento. Lugar donde se finiquitó la independencia según algunos historiadoes, cuna de la aeronáutica y el cooperativismo, de la primera embotelladora en nuestro país del refresco más famoso del planeta. Conocido en otros tiempos como el Primer Puerto de México, locación de películas nacionales y extranjeras. Es el lugar donde yo nací. A pesar de que mis estudios elementales y pre-universitarios los cursé en el vecino municipio de Ciudad Madero, por eso me siento también maderense.
La zona centro, que en realidad está a las riberas del río, ha sido casi mi todo: mi trabajo, mi ocio, mi solaz, desde la Avenida Hidalgo hasta el Paso del Humo, conviven las construcciones arcaicas con la corrosión de la arquitectura moderna. Algunos añoran demasiado el Tampico que no creo que vuelva a ser lo de antes. Ya han pretendido derribar el Centro Gastronómico con el pretexto de construir la Plaza Hijas. lo que no saben es que el "Gastronómico" forma parte del Jaibo de hogaño como el puente que nos une con el norte de Veracruz, la zona peatonal de la Díaz Mirón, los cocodrilos, las ardillas y las trolesopas.
Aún con los conflictos del Grupo Alijadores con la Administración Portuaria Integral, el éxodo de empresarios, la inseguridad, Tampico sigue siendo entrañable, sobre todo aquella vez que estuve en Antiguo Morelos y Jiménez. En suelo pedregoso añoré una torta de la barda o un plato de barbacoa. Mientras en esos lugares apenas hay una tiendita, en el centro hay de dónde escoger para comer.
La zona peatonal se vistió de eventos artísticos y músicos de todo tipo. Una vez antes de que un saxofonista ejecutara una melodía, comenzó a improvisar, qué emoción. Le di unas monedas y ni siquiera era canción. En sólo dos cuadras oyes marimbas, guitarras eléctricas emulando a Santo y Johnny, Saxofones y Huapangueros.
La segunda vez que me quedé sin empleo y la situación se tornaba difícil, en lugar de dejarme absorber por el pozo, visitaba las bibliotecas tanto de la Casa de la Cultura, fue así que me enteré de un curso de literatura y poesía que sin costo se impartío. Fue enriquecedor. Leí libros, escribía más que en estos momentos, hasta que logré reinsertarme en el ámbito rentable, porque ésta vez transformé mi ocio en amor por la lectura, o mejor dicho lo llené con cultivar mi intelecto.
A mi lugar de trabajo le llamo mi segundo hogar, pero el centro de mi puerto jaibo es mi refugio.
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