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sábado, 4 de enero de 2014

BREVE Y ESTÉRIL REFLEXIÓN CONTRA LA CORRECCIÓN POLÍTICA

¿Sería sensato definir a la corrección política? Creo que no, porque sería darle una importancia desmedida, porque para mí es la ignorancia vuelta sabiduría, es la herencia del sofista moderno, es el snobismo que convierte la misericordia en blasfemia.

Nos colma de neologismos fatuos y cambia palabras porque, según esos personajes políticamente correctos, suenan mal; sin saber que sólo es la percepción de una mente estrecha de criterio y conocimiento. Como dijera a Contenido hace muchos años Don Antonio Alatorre: le molestaba la neoparla de los políticos. 
Intelectuales de papel, después de destrozar al idioma con frases que sólo definen la palabra evadida -¿me creerán si les digo que "persona con capacidad diferente" es la definición de discapacitado?- no quieren conjugar el los verbos computar y diputar porque se oye así como, ya saben. Los eufemismos son como el azucar sobre la medicina amarga. 

Estos burros carrgados de letras -Sócrates dixit- nos quieren hacer creer con sus discursos que están a favor del pueblo cuando con su verborrea confusa dicen lo contrario: reestructuración por recorte de personal, conminación por exhotación, entre otros ejemplos que se em escapan.

En base a esta filosofía barata, si así se le puede llamar, crean instituciones que en lugar de hacer su supuesto trabajo, sólo aparentan: como el caso de un consejo que "previene" la discriminación pero en lugar de eso la exacerba con las mismas etiquetas.

La corrección política es casi ley para el que no sabe, pero los sabedores no caen ante esas trampas y siempre habrá ocasión para atacar este lastre que segrega, carcome reglas gramaticales, hace relevante lo estulto, da amargo por dulce y gato por liebre. Y como rematara Román Revueltas Retes: pues eso.