jueves, 19 de octubre de 2017

CUANDO PASE EL TEMBLOR

Han pasado 30 días desde aquel día aciago donde La Ciudad de México, Puebla y Oaxaca sufrieron los embates de un terremoto, justo cuando se cumplían 32 años del movimiento telúrico que cimbró la capital del país y justo cuando horas antes habían sido partícipes de un simulacro.

Aunque supongo que los rebasó la realidad, la generación actual nos dió una lección de ayuda, desprendimiento y civilidad que, muchos, esperamos que siga floreciendo de modo perenne. También es cierto que esta clase de catástrofes saca a flote lo más mezquino de algunos individuos. Por eso:

A todos los que se fueron a ofrecer apoyo para descombrar, a quienes voluntariamente ofrecieron apoyo médico ó psicológico, a quienes cocinaron para alimentar a rescatistas, topos, paramédicos, militares y civiles, a quienes ofrecieron un espacio en sus casas para alojar damnificados, a quienes ofrecían un servicio a cambio de despensas, a quienes ofrecieron viajes redondos para auxiliar. Por todas esas acciones que nos merecieron mención honorable a lo largo y ancho del mundo. A todos ellos, Dios se los pagará.

En cambio, a todos aquéllos que vieron en la tragedia una oportunidad para llamar la atención, a ésos que fingieron un altruísmo para luego hacer nada, aquellos que obstaculizaron el apoyo. los que quisieron hacer caravana con sombrero ajeno, los que hicieron ver a los buitres como unos pobres pajarracos feos,a todos esos que cometieron tales actos que me hicieron enojar, enojo inútil que no conduce a nada. Dios se los cobrará. De veras que sí.

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