No cabe duda que quien no conoce la historia está condenado a repetirla. A doce días de que la Generalitat de Catalunya convocara el referendum para que esa región se separara del imperio español, lo que puedo ver desde este lado es que dos corrientes de derecha chocaron.
Por un lado, el jefe de gobierno español Mariano Rajoy había declarado ilegal el referendum del 1ro. de octubre. Como si se tratase de un motín, hizo despliegue de grupos de choque (en México les llamamos granaderos), que tenían la consigna de sabotear las votaciones, qué habrán entendido los policías que empezaron a golpear a personas desarmadas, poco les importó de quién se trataba: hombres, mujeres, ancianos, jóvenes, etcétera. Rajoy se justificó diciendo que hizo lo que tenía qué hacer; me recordó a Gustavo Díaz Ordaz que en su 4to. Informe de Gobierno respecto a las manifestaciones dijo: "Hemos sido tolerantes hasta excesos criticados".
Y por el lado contrario, Carles Puigdemont (se pronuncia puchdamón) es otro radical que lleva el chouvinismo hasta el extremo. No se siente español, dice que Cataluña es sojuzgada por la Corona. Parece que nunca ha hablado en castellano y dice que los catalanes están más emparentados con los franceses, fascismo puro. Se dice que el referendum fue amañado, casi de manera automática anunció el triunfo en la independencia.
El hecho es que equivocáronse ambos: Uno por llevar el nacionalismo español que quiere remontar a la Dictadura de Franco y otro por llenarse la boca de un nacionalismo fuera de la realidad. Según Inés Arrimadas, es el peor nacionalismo de Europa.
Tan así erró el jefe de gobierno que la mayoría de los medios lo tildaron de represor, tan así también fue el yerro de Puigdemont que ahora retrocedió y postergó el anuncio del inicio de independencia de Cataluña. Incluso varias empresas, tres de ellas bancarias ó bursátiles más la filial de Bimbo en el país ibérico, se han mudado a otras provincias como Valencia, Alicante y Madrid. Además muchos catalanes no quieren dejar de ser españoles.
Esperemos que todo sea para bien, porque el destino de Cataluña a mediano plazo no es muy halagüeño. Necesitarán mucha infraestructura: unidad monetaria, aduanas, embajadas en todos los países, por supuesto en España; su propio ejército, marina y fuerza aerea, entre otras cosas más. Sería un país europeo pero de tercer mundo.
Ésto lo escribo con todo respeto para los españoles que viven entre tal turbulencia. Remato este texto con un verso de Joan Manuel Serrat: "El camí fa pujada, me'n vaig a peu" (El camino es de subida y me voy a pie).