Alguna vez escribí versos. A veces se me hacía difícil sintetizar a la manera tradicional, por eso optaba por esos versos sin métrica silabaria. Además comencé a leer una antología de poesía hispanoamericana y se los digo de verdad: qué manera de escribir con palabras agradables hasta de penas de amor.
Sin embargo, noto ahora en uno que otro poema que leo: obscuridad profunda en el lenguaje, párrafos cortados queriéndonos ofrecer un poema sin métrica muy avant garde (me siento defreudado), demasiada introspección que hace ininteligible el poema y a uno lo hace sentir no sólo ignorante, sino miserable y si no es éso, un lenguaje que sin llegar a ser vulgar, es burdo, crudo y sin filtro.
¿No se supone que la poesía es belleza? ¿No se supone que los poetas y las poetisas saben usar todos los recursos retóricos para plasmar verso a verso las circunstancias y viviencias desde un punto de vista particular? ¿No eran los poetas que tras sesudas diserciones donaban neologismos a nuestro idioma?
¿De cuando a acá un verso es ensalzado o demeritado porque su vate es hombre o mujer? ¿Quién dicta las pautas para saber cuál es la corriente literaria que sustenta la poesía de hogaño?
A veces leo más retórica en las columnas y artículos de los periódicos que en los versos y otras me dicen que mi lenguaje es muy barroco, pero desde que leí sus puntos de vista en las redes sociales he llegado a una conclusión: no soy poeta ni quiero serlo. Le soy más fiel a esa mujer de tersas manos, franca sonrisa y bellos ojos llamada prosa.
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