Día con día me he podido percatar que la situación que estamos pasando en México saca en unas personas lo peor de ellas; pero también los sentimientos más bellos del ser humano salen a flote.
Justamente por esa igualdad que poseemos hacia lo vulnerable, que una bala no tiene la capacidad de discriminar a nadie cuando da en el blanco. Es que entre desconocidos que coincidimos en los coches de ruta y parabuses nos deseamos lo mejor aunque quizá no nos veamos mañana. Ya lo había citado en pasajes textuales anteriores: Siempre florecerá en nuestros labios un "Dios te bendiga", "Cuídese mucho", "Que le vaya bien", entre otros buenos deseos.
Para mí eso es más valioso que cualquer falsa manifestación de filantropía, donde ciertas fundaciones de iniciativa privada otorgan apoyos por vías de terceros, a través de cuotas disfrazadas de donativos o por el dichoso redondeo que efectúan algunas tiendas.
Vale más un vaso de agua al sediento que las promesas de apoyo que jamás se cumplirán. Las bendiciones en muchos casos no tiene que ver con las palabras sino con los hechos. La ayuda si no tiene una pizca de amor, sólo sirve para el lucimiento personal. He conocido personas que se alzan el cuello de que ayudaron a tal o cual, pero nunca le he escuchado que se sientan conmovidas por ver felices a los menesterosos.
Me duele mucho decir esto y quizás tú, que estás leyéndolo, pienses que soy cruel, pero lo digo porque me tocó verlo a través de una institución de asistencia pública. Por mi parte apoyé en servicio social para buscar donadores de sangre y redactar pesquizas para hallar personas extraviadas.
Aprendí mucho de eso en lo profesional y como persona me hizo más consciente. De que no todos los pobres son desvalidos y aún así hay gente advenediza que sin carecer se forma entre ellos para seguir viviendo del apoyo.
Dar palabras de aliento o desear verbalmente el bien es la llave que abre la puerta a la paz espiritual.
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