Hace 26 años, ya escuchaba, cuando niño, que el mundo se iba a acabar en el 2012. Por lo regular la gente toma lo que le conviene del apocalipsis y lo usa no sólo para asustar a las personas, sino para dar una fecha exacta de esos tiempos aciagos, especialmente algunas asosicaciones religiosas que han predicho algo parecido y que jamás se cumplió.
El hecho es que una vez empecé a soñar con una casa que estaba mal iluminada y tenía un almanaque colgado en la pared. Lo curioso es que ese calendario no tenía fecha ni año. Todos sus cuadrados estaban vacíos.
En ese tiempo no entendía tal cosa, pero si le damos una interpretación quiere decir que no hay fecha exacta y sólo Dios sabe cuando va a ocurrir eso. El calentamiento global es sólo un indicativo de qué tan mal le está yendo a nuestro planeta. Y sí, el mundo se está destruyendo.
Llegó el dos mil, y unas de las noticias tristes es que en varias partes del mundo muchas personas se suicidaron un día antes de que comenzara el nuevo milenio para evadir el supuesto fin del mundo. Pero a veces el fin del mundo se acerca cuando su propio universo se colapsa.
Otros, por esos acontecimientos, suspendieron sus vidas, total se va a acabar el mundo.
No podemos estar como en aquel relato de Gabriel García Márquez, donde un pueblo fue destruído por el rumor de que algo malo iba a pasar.
Ya estamos en el dos mil doce, no es el año del calendario maya, es el de la que se concordó para poner a raya los tiempos en toda la tierra. Y comience a pensar en cosas bonitas.
Dios puso ya este año, gócelo y déle gracias a Él.
A propósito. ¿Por qué digo que las décadas inician con cero y no con uno?
De esto hablaré en la próxima entrega.
Feliz 2012.
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