"Viene bajando el obrero/ casi arrastrando sus pasos/ por el peso del sufrir"
Ali Primera- en "Casas de Cartón"
No quería escribir más textos bajo este título y mucho menos ahora, que la sonrisa de tantos niños se hace patente cuando sus ojitos se iluminan ante una bolsita de dulces y algún juguete.
Pero precisamente por ellos es que entre nosotros los mayores debemos asumir la realidad :la unidad cambiaria de la violencia está acuñada con ese metal pesado y tóxico llamado plomo.
Supuestamente Tamaulipas está blindado y recorriendo las calles me encuentro una tienda de conveniencia con la fachada quemada y su ventanal vuelto añicos.
Por supuesto, a falta de información concreta -léase radio, prensa y televisión-, si no son en los zaguanes, están las búsquedas de información en foros y redes sociales en la internet.
Lo sigo repitiendo: hay miedo, pero también hay hambre y ganas de salir adelante. ¿A poco creen que los vendedores ambulantes y los de los puestos semifijos (ojo: no es lo mismo) no se les vuelca el corazón al salir a laborar cuando sale a la luna, sobre el riesgo de jamás volver? ¿Y qué me dicen de aquellos que atienden tras un mostrador? ¿Creen que no los carcome la ansiedad mientras con una sonrisa en los labios cierran una venta?
Sí. Hay miedo, pero ya está comprobado que cuando gruñen las tripas el miedo es nada.
Me compartieron un enlace de un hombre que fue encarcelado por defenderse de su extorsionador. Según es homicidio. Estoy más que encolerizado por esto: estoy asqueado, siento unas nauseas horribles.
Por eso añado este texto.