jueves, 20 de febrero de 2014

EL MITO DEL DEBER

Seguramente, dentro del ámbito laboral, has visto esa persona que pretende ser ortodoxa en sus funciones y antepone el sentido del deber sobre cualquier cosa, incluso de sí mismo. Es un egocentrismo disfrazado de lealtad laboral. Alguna vez incurrí en algo parecido, y por experiencia sé que el problema es la forma de hacer las cosas.

Su grito de batalla es éste: "yo sólo cumplo con mi trabajo", y bajo esa premisa, trata de sacar adelante su labor, y en ese afán, puede pasar por encima de sus compañeros, de sus superiores e incluso, hasta de los manuales de políticas y procedimientos que rigen una empresa. Otros, han atentado contra su salud o expuesto su vida al peligro.

Conozco un caso de una persona, profesionista, que empezó a reclamarle a otro empleado porque no le habían dado un documento que había que entregar a un despacho, entonces sin explicación lguna le achacó  que hacía cosas indebidas, lo cual enardeció al empleado que escupió el temido ¡¡QUÉ DIJISTE!!, eso bastó para que cada quien adoptara una postura, y cuando el dichoso profesionista lo siguió acosando, el otro conteniendo las ganas de agredirlo le dijo que cualquier duda se dirigiera con su jefe. 

El altercado pudo pasar a mayores, pero se necesita de mucha diplomacia para manejar esta clase de conflictos, recuerden que no hay peor verdugo que aquél que se hace pasar por víctima. Ya hablando con más calma la persona que llevó el documento le dice que le admira su desempeño pero que sus funciones no cubren cosas que no están dentro de sus responsabilidades. Ustedes se preguntarán ¿No es esto una variante de yo sólo cumplo con mi trabajo? creo que no, porque el otro está consciente que sus funciones no deben invadir áreas que no le corresponden.

Me viene a la mente el director del aeropuerto de la película "La Terminal", donde al jefe del aeropuerto se le hizo fácil mantener prisionero a un emigrante, cuyos conflictos en su país no le permitían entrar al territorio visitante ni volver a su tierra. Y cometió muchas arbitrariedades en aras de su deber tratándolo como un tipo peligroso.

Es verdad que debemos dar lo mejor de nosotros mismos, pero no al extremo de entregar las entrañas o acabar peleado con medio mundo por no hacer lo que es correcto desde su muy particular punto de vista.

martes, 18 de febrero de 2014

EL GRAN CHAPUZÓN Y LOS JUEGOS DEL HAMBRE (O LO QUE HAY QUE HACER PARA COMER)

Ya de por sí no soy muy aficionado a ver eventos deportivos en la tele, sinceramente me aburren y muy apenas le tomé gusto a ver el futbol de vez en cuando. 

Pensaba  hacer un análisis con respecto a "El Gran Chapuzón, Las Estrellas Caen del Cielo", pero que me disculpe Don Umberto Eco, no puedo analizar seriamente a ese híbirdo de reality show con evento deportivo. Desde que Televisa previno el lanzamiento de su programa, no me sentí enganchado como para verlo domingo tras domingo, como me ha ocurrido con otros shows.¿Quién produce este género televisivo promiscuo? Lo ignoro.

Para empezar, qué ridículo sub nombre: las estrellas caen del cielo para dar a entender que se van a lanzar desde lo alto de una plaltaforma o tampolín para caer en una alberca cuales remedos de competencias olímpicas. En eso consiste el programa derivado de un formato holandés. ¿Pero son acaso deportistas noveles con deseos de que conozcamos sus destrezas como atletas? ¡No! Son diversos tipos de artistas: actrices, actores, un cantante de banda, una ex reina de belleza, un comediante, etcétera.

Por lo que alcancé a ver en créditos finales, están involucrados en la producción del programa, la Federación Mexicana de Natación y la Conade, ¿Están conscientes del peligro al que exponen a quien por más que aprenda y se entrene no se puede comparar a la disciplina y rendimiento? ¡Qué negligencia! Un poco más y Violeta Isfel se desnuca con el trampolín. De todas maneras, la eliminaron, fue lo mejor que pudo pasarle.

El programa era lento en secuencias. Alan Tacher sigue conduciendo como si se tratara de La Academia. Cierto que es carismático pero lo que menos necesita un programa así es candor. Televisa debió tratar a El Gran Chapuzón como lo que es: una competencia deportiva digna de seriedad y respeto, pero con el dinamismo que sólo le puede imprimir un cronista o dos. ¿Será que este formato es su venganza por no poder trasmitir nada sobre los Juegos Olímpicos de Invierno? Quizás. ¿Será que ya les gustó comerciar morbo envuelto en imágenes? Tal vez.

De pronto vemos programas donde -disculpen las redundancias- los actores no actúan, los cantantes no cantan, la modelo posa pero más nerviosa que antes, el comediante de lo que menos ganas tiene es de hacer reír, el luchador lucha pero no en un ring. En fin, ¿qué caso tiene que veamos una reproducción en la pantalla de lo que se vive en la realidad? Si hay profesionistas que trabajan de algo que nada tiene que ver con su carrera y otros desempeñan trabajos que no conocen. 

La locución latina reza "Altus, Citius, Fortus", pero de verdad hay que ser Más alto, Más Rápido y Más Fuerte a expensas de la vida, la salud y el intelecto.

domingo, 16 de febrero de 2014

OTRA VEZ LA TELEVISIÓN

Como comunicólogo tengo como consigna no hacerme fanático de ningún medio. Claro que disfruto de ver la tele, tengo mis programas favoritos y si me perdí un episodio nada pasa, pero procuro no recibir tanta información de ella y por no usarla, el cerebro lo alamcena como archivo inútil. 

A veces veo comentarios de que la tele idiotiza, lugar común con el que no estoy totalmente de acuerdo, si bien hay personas predispuestas de alienarse ante la pantalla hasta el punto de no saber lo que está viendo. Pero en este mundo moderno no es el único aprarato con el que uno se puede abstraer del mundo real; también están el internet, los celulares, los videojuegos, etcétera. Podremos culpar a éstos como los causantes de la pereza y el sedentarismo. Pero resulta que no poseen autonomía. Es más ¿Quienes son los culpables de mantener a raya a un niño frente a un monitor? otra pregunta más ¿Qué acaso no hay otras cosas interesantes qué hacer?

Así como Guillermo Marconi aunque inventó la telegrafía sin hilos, fue David Sarnoff quien concibió la radiodifusión como la conocemos ahora; John Logie Baird después que comprobó que se podían transmitir imágenes a través del disco de Nipkow y jamás le pasó por la cabeza, o quizá sí, la clase de programación que a la postré se exhibiría en los receptores.

Todos hablamos de la Televisión como medio de comunicación que fue primero de élite y mucho después de masas, pero recordemos que técnicamente es más complejo de lo que se ve: Si no hubieran emisoras, pues la pantalla no recibirá frecuencia alguna. Justo lo que maravilló a los primeros televidentes fue que vieran imágenes justo en el momento que presenciaban por ejemplo, un partido de futbol en tiempo real. Ahora dicen que tendrán un control remoto y ni quien arquee las cejas.

Estoy de acuerdo que hay programas deplorables y me molesta la falta de congruencia de pregonar valores y mostrar bajezas e hipocresías, como el hecho de no ver gente fumando en un anuncio de cigarros y en cambio en una nota sobre la despenalización de la mariguana se muestra como se prepara el papel para la yerbita, pero recuerden que hay un público que lo consume y merecen nuestro respeto. Si queremos que consideren nuestros gustos tenemos que empezar por no ofender a alguien que le agrade ver como exhiben algunos sus problemas ante las cámaras. 

Moraleja: La Televisión no tiene cerebro, nosotros sí. Antes de apagar la tele y abrir un libro, activa tus neuronas.

miércoles, 5 de febrero de 2014

LA BURBUJA DE PLÁSTICO O LA FALACIA DE LA BONDAD.



Todavía hay gente que cree que los buenos somos más que los que trabajan para el crimen organizado. Como si éso les diera cierto halo de perfección.

A mi parecer quiero decepcionarlos, pero qué soberbia. ¿De veras creen que son mejor que nadie porque no consumen drogas? ¿Piensan que son buenos porque no son dealers o sicarios? O peor aún ¿Creen que por no trabajar dentro de un sistema corrupto son un seres puros e impolutos? Yo pienso que no.

A ver: muchos, me incluyo, nos gustaría tener los suficientes recursos para resarcir la infamia o los actos de injusticia al doble si fuera posible. ¿Acaso creen que algunos de esos individuos buenos que por la inseguridad colocaron picas en sus bardas no se han imaginado al intruso ensartado cual brocheta? ¿Les ha cruzado la idea de proteger sus bienes y sus vidas hasta morir? ¿Te solazas con la muerte de un maleante? pues eso les resta puntos a su "bondad". 

¿Por qué? Porque por naturaleza si alguien hace lo malo y le pasa algo malo en sus actos o dichos, no sólo piensan que se lo merece, sino que se lo buscó. No crean que es casualidad que cierta campaña de publicidad de galletas tenga éxito hasta nuestros días. Excarbaron en el psiqué del inconsciente colectivo.

En vez de estar creyéndonos esos argumentos falaces de los malos y los buenos, mejor tratemos de poner de nuestra parte para hacer más apacible este país. Recuerden: quien esté libre de culpa, que arroje la primera piedra