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domingo, 7 de junio de 2009

SIETE DE JUNIO DE 1999: DEL FESTEJO AL SOBRESALTO.


Este día, se conmemora la libertad de expresión, fecha muy bien recordada por todo aquel que, ya sea en los medios de comunicación o en alguna dependencia pública, ejerza el periodismo.

En especial, el siete de junio de hace diez años, será recordado para bien y para mal, en lo personal y lo colectivo.

Empezaré desde el plano personal:

Hace diez años -recuerdo bien que era lunes- yo trabajaba para el municipio de Ciudad Madero, y el area donde yo prestaba mis servicios organizaba el almuerzo que el Ayuntamiento ofrece año con año a los reporteros que cubren la corresponsalía. Originalmente se había hecho una lista informal sobre quién iría y quién no; sin embargo por órdenes superiores se dispuso que todos los del departamento de Comunicación Social y Relaciones Públicas debían hacer acto de presencia en el Salón Español de conocido hotel. Allí se había preparado un desayuno buffet que consistía en pan leche café, jugo, un pequeño guiso, huevos estrellados y otras cosas. Fue uno de esos momentos donde al trabajador se le da la oportunidad de esparcirse mientras trabaja; prueba de ello es que una compañera de trabajo, que antes era compañera de prepa y después de universidad, y más tarde de infortunio laboral, me realizó dos tomas como buena fotografa que es.

Mis compañeros y yo estuvimos un rato más hasta que llegó el mediodía, ya que habían cosas pendientes por hacer.

Nunca me pasó por la cabeza, y supongo que a mis colegas tampoco- que esos "pendientes" quedarían pendiendo hasta la mañana siguiente.

Ahora les narraré lo inolvidable a nivel colectivo:

Llegamos en coche hasta el edificio, primero entraron mi jefe y mis compañeras, luego yo, porque me encontré a una antigua compañera de trabajo a quien saludé. Al subir las escaleras entro a la oficina, sólo para encontrarme a varios compañeros alrededor del televisor y sin siquiera chistar.
¿Acaso me perdí de algo?

No tuve chance de preguntar: en esos momentos veía las imágenes de unos hobres escoltando una vagoneta, sacándola del lugar de donde se encontraba. Al poner más atención, no podía creer, o mejor dicho, no sabía si creer que estaban diciendo era cierto: En ese vehículo fué asesinado el conductor Paco Stanley.

Televisa y TV Azteca hicieron una cobertura que duró hasta mañana del siguiente día. Para colmo de males, el duopolio pasaba el micrófono a gente que decía que les quitaron al hombre que les daba diversión a su hogar.

El resto de la historia ya lo conocen ustedes. No vale la pena conjeturar. Lo que sí, es que me queda la espina de una década de deducir que fue una buena fecha para acabar con él.

Ahora, el día de la libre expresión quedará manchada por una muerte, no esclarecida aún, sobre todo en un país como en el que vivo, tan proclive a las sospechas.