En realidad no fue una elección: fueron dos. La primera era decidir entre abstenerme de votar o emitir mi sufragio. Elegí lo segundo. Este ejercicio democrático fue también un recuerdo de infancia, porque la sección de casillas donde me corresponde está adentro de la escuela primaria donde acudía a tomar clases; entonces ya se imaginarán lo que se proyectaba en mi cerebro y mi corazón.

También mientras marcaba mi opción me acordé de varias cosas: que el Presidente de la República anterior se la pasó manoseando la idea de ser reelegido. Con mayor razón no quise acariciar la anulación de mi boleta. Que no soy un niño pequeño para que me chantajeen o me hagan sentir mal si me hubiera abstenido de ir a las casillas. Que cuando se den los resultados comenzarán los problemas.
Por eso elegí votar: a la vez voté a favor y voté en contra. Quiero ver los rostros del fracaso rumiando sus derrotas.
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