Es menos del mes para el domingo de elecciones en mi país y estoy muy confundido que la rata que junto a las de se especie se siente encantada por el embrujo de la melodía emanada del flautista que se siente traicionado por aquéllos que lo contrataron.
Este periodo electoral ya no es un simple conflicto: es la guerra. Aún no puedo creer que Margarita Zavala haya renunciado a su candidatura independiente. Digo, nunca di crédito a sus aspiraciones genuinas de ser la primer presidente -sí, PRESIDENTE, es sustantivo de género neutro- y menos que su señor esposo llegó a acariciar, touqetear y manosear la ilusoria idea de reelegirse antes de dejar la Magna Silla. Pero fue un acto cobarde que haya desistido, como si uno se bajara de un bus en marcha.
Si yo hace tiempo pensaba que López Obrador es un enfermo de poder, llega el pintoresco candidato "independiente" apodado El Bronco y le dice "Hágase a un lado" me ponen a la defensiva su justicia musulmana y su lucha contra los partidos políticos. Yo me considero apartidista, y podré discrepar con algunos militantes, pero nunca alzaré la voz en contra de la supresión de ninguna asociación política como en la Alemania Nazi.
Aunado al alud de información se suman las desdichadas encuestas, que son elaboradas de manera que se convierte en información chatarra. Le dan atributos que no posee: premonición y presunción.
Unos amenazan con soltar el tigre si hay un fraude, con unos -según- corremos el riesgo de acabar como Venezuela y con otros -según- corremos el riesgo de acabar como una estrella más del país del Tío Sam (Alguien dijo que México era el backyard de los EEUU y lo hicieron pagar las consecuencias).
P.D. Por favor no me pregunten por quién voy a votar o botar.